La Virgen de la Candelaria no inició su historia en el Perú. Fue exactamente en Tenerife, entre los años 1400 y 1401, lugar de su primera aparición, donde según cuenta Fray Alonso de Espinosa, iban dos pastores guanches a encerrar su ganado en unas cuevas ubicadas en el barranco de Chimisay, cuando notaron que el ganado se remolinaba y no quería entrar.
Al ver esto, miraron hacia la desembocadura del barranco y vieron sobre una peña, casi a la orilla del mar, la figura de una mujer con un niño en brazos. Los pastores le hicieron señas para que se retirase, sin embargo, salieron heridos ante sus intentos.
Asustados, huyeron y acudieron al palacio del mencey (nombre dado al monarca o rey de los guanches de Tenerife) Acaymo, quien llegó al lugar para ver la famosa figura. Ambos pastores intentaron nuevamente persuadirla y al tocarla quedaron curados. El mencey comprendió entonces que aquella imagen era algo sobrenatural.
Entonces el mismo rey quiso llevarla en sus brazos, pero después de un tramo, vencido por el peso, necesitó socorro. En lugar de la aparición hay hoy día una cruz y en el lugar donde el mencey pidió socorro, un santuario a Nuestra Señora del Socorro.
La imagen fue llevada una cueva cerca del palacio del rey, hoy convertida en capilla y más tarde trasladada a la Cueva de Achbinico (detrás de la actual Basílica de Candelaria) para veneración pública, luego que un joven llamado Antón, que había sido tomado como esclavo por los castellanos y había logrado escapar y regresar a su isla, reconoció en la imagen milagrosa a la Virgen María.
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